EL PALACIO FAMILIAR
Podemos decir que el rugby en Camioneros llegó hace 19 meses. También se puede contar en días: unos 580 aproximadamente. Se puede decir que arrancaron con un puñado de niños y jóvenes y hoy están todas las infantiles y juveniles completas. También arranco con un plantel superior con unos 20 y hoy tienen más de 70 jugadores entre superior, intermedia y pre. Que ahora hay cancha de rugby para que entrenen también es un dato. Dos canchas oficiales habilitadas por URBA es otro dato estadístico. Un ascenso en el primer año de existencia suma para los números. Otro logro deportivo reciente: el primer equipo acaba de meterse en zona campeonato del empresarial. Y así debe haber otra tanta cantidad de datos cuantitativos para seguir sumando al listado. Pero bien sabemos que en esta parte de la tierra los clubes no pueden ser llevados a cabo como se lo hace con una empresa. Hay otras cosas por encima de estas estadísticas. La vida social que generan, eso que tiene como herramienta fundamental un verdadero club: poder modificar la realidad de la gente.
Desde sus inicios Camioneros Rugby se propuso, por encima de cualquier trofeo, lograr ser un lugar de contención a través del deporte siempre con el objetivo de agrandar la familia verde y blanca. Al empezar a transitar esa larga ruta se empiezan a cumplir ciclos y generar cosas extraordinarias: volver a arrancar un torneo, una pretemporada, volver a festejar el día del niño en infantiles, volver a visitar clubes que se visitaron el año pasado con las juveniles. Son ciclos. Y esos ciclos son datos que no puede ingresar ningún matemático en ninguna calculadora por más científica que esta sea. Cuando se puede seguir la actividad desde sus comienzos y hasta el día de hoy uno percibe esos ciclos que van por fuera de las ciencias exactas. Van pasando momentos deportivos pero no en vano, la familia se agrandó y el ambiente familiar es reinante cuando uno vive cualquier jornada de esta actividad. Puede ser un partido de la primera, una jornada de infantiles de local o visitante, juveniles también. Los entrenamientos en Esteban Echeverría también acercaron a las familias del barrio que disfrutan junto a los más chicos. Hay una en particular la familia de apellido Palacio. Es particular porque atraviesa todas las categorías: Santino de 7 años, Tomás de 14 y Walter de 38. El más chico de ellos está en infantiles y Tomás en las juveniles, ambos se sumaron apenas arrancó la actividad el año pasado y su papá empezó a entrenar hace poco con los más grandes. A los tres les gustó siempre el rugby. El primero en jugar fue el hermano mayor en otro club pero como no pudieron seguir pagando la cuota tuvo que dejar, por eso cuando se enteró que iban a arrancar rugby en Camioneros no dudó en ir. Y se quedó porque vio “que los profes eran buena onda, que cuidaban bien a los chicos”. De esos profes aprendió “el respeto, el compañerismo dentro y fuera de la cancha”.
Todos en la familia dicen lo mismo: se sienten bien dentro del club, disfrutan y todos los tratan bien. Jacqueline la madre de la familia participa en cada actividad y apoyó siempre a los chicos por más que al principio haya tenido temor por el contacto lógico del deporte pero entendió que “a ellos les gusta y golpes pueden tener en cualquier deporte”. Walter Palacio el abuelo de 81 años se suma cada fin de semana a la caravana familiar: va a ver la primera, juveniles e infantiles a cualquier lado. Va al club “porque es familiar y aparte te tratan bien”. Para Walter (H) el trabajo que se lleva a cabo en el club es muy importante “no les hacen faltar nada, están sacando muchos chicos de la calle”. Toda la familia tiene una frescura y buena onda en cualquier lugar que los encuentres, ya sea yendo a entrenar un sábado o yendo a ver la primera un domingo y disfrutar de un asado en el club. Todo lo resume Santi con la claridad y la ternura que lo caracteriza “Camioneros para mi es una familia más, va mi hermano… Lo elegí porque hacen cosas divertidas, choco… me gusta mucho”, de su primer partido el año pasado recuerda que se divirtió mucho “jugamos mucho y ahí tuvimos experiencia porque fue nuestro primer partido. Perdimos pero nos divertimos”. Santino entendió todo y lo acaba de explicar. El más pequeño de la familia le encanta ser el encargado de alcanzar el tee cada domingo cuando juega la primera y lo gusta mucho ir a verla. Sabemos que esta familia que describimos no es más que el fiel reflejo de todo lo que está sucediendo en la cada vez menos nueva actividad y que se multiplica por cada pibe que se suma a jugar semana a semana. El club sigue expandiendo sus fronteras, dándole a cada vez más gente una realidad mejor a través del puntapié inicial del deporte.
Este es el primer balance completo de una actividad que como no responde a las lógicas contables solo puede hacerlo cuando suceden este tipo de cosas que contamos en esta nota. Y estas cosas suceden cuando se elige apostar a seguir siendo familia.